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Pensamiento de Darío Salas Sommer

Mi  Pensamiento

Comprendí que sin el manejo voluntario de la conciencia solo es posible acceder a una pequeña porción de la realidad, pero no a un ámbito más profundo, y menos a la totalidad del universo.

Por esta causa se fortaleció en mí la convicción de que lo más importante para el ser humano, aparte de estar vivo, es desarrollar su propia conciencia para que esta pueda penetrar en una realidad más profunda.

Me convencí también de que una filosofía, para ser realmente útil, tiene que ser practica, resistir el paso del tiempo, confirmar sus postulados en la experiencia cotidiana, y permitir que el filósofo remedie sus propias carencias cognitivas a fin de capacitarse en «el arte de la vida».

La falta de conciencia superior es la causa primaria de todas las desgracias, carencias, dificultades e inconsecuencias de la Humanidad, ya que la ausencia de esta preciosa facultad nos priva de la libertad interior y física, y nos impide prever las consecuencias de nuestros propios actos, convirtiéndonos en maquinas de lamentable desempeño.

Vivimos en modo “piloto automático”, es decir, bajo el control de la parte mecánica del cerebro que no tiene juicio ni discernimiento superior, sino que emana mayoritariamente del cerebro reptil y del sistema límbico. Esto hace que todo aprendizaje sea en un estado carencial de vigilia, es decir, bajo la influencia de una elevada dosis de sueño, que tiene por resultado un procesamiento subliminal de la experiencia.

Este estado de vigilia carencial obstruye, suprime o limita la discriminación cognitiva, programando de manera irresistible «el disco duro» de nuestro cerebro.

Este "disco duro" del cerebro ha sido escrito por múltiples programadores, sin mayor intervención del individuo mismo, y que sigue siendo intervenido durante cada día de vida que permanecemos en estado de vigilia carencial.

Los programadores son: los padres, los amigos, el entorno cultural, los profesores, las religiones, el cine, los periódicos, la televisión, los medios de comunicación, la publicidad, la experiencia cotidiana y la propaganda.

La filosofía operativa sostiene que el hecho de pensar no es un acto voluntario, ya que si lo fuera, podríamos dejar de hacerlo y que, por esta razón, en rigor de la verdad, no pensamos, ya que «somos pensados».

Resulta evidente que un instrumento cuya actividad no se origina en la voluntad de un Yo superior, poseedor de libre albedrio, vigilia intensificada y Conciencia superior, no puede poseer la confiabilidad o fidelidad necesaria para ver la realidad en forma fidedigna, sino por el contrario, esta es filtrada u obstaculizada por sus aberraciones.

 

Darío Salas Sommer

“Hace ya mucho tiempo atrás comprendí que el área más importante del pensamiento filosófico, y de todo conocimiento, no radica en el intelecto, sino en la consciencia. Este concepto nació de mi propia experiencia filosófica en la «Universidad de la Vida», cuando mi existencia personal hizo crisis en mi juventud.

 

Fue desde pequeño, en realidad, que no me interesaba estudiar, porque estaba convencido de que «algo andaba mal en este mundo», que me parecía extraño y sospechoso en su funcionamiento.

Deseaba descubrir «el secreto de la vida» pero el estudio convencional no me satisfacía, ya que lo encontraba superficial, descriptivo, memorista y decepcionante. Me vi obligado a desempeñar varios oficios humildes y me volví retraído y solitario, hasta que un día, guiado por un impulso interior, emprendí con seriedad el camino de la búsqueda espiritual.

Después de mucho andar y experimentar, llegué a formular el concepto de «Filosofía Operativa», es mi propia Obra, pero no mi invento; la he destilado de la observación paciente de la naturaleza humana y terreste. Es solo un gran álbum fotográfico de la naturaleza en acción, que muestra como ésta interactúa con el ser humano y todas las cosas.”

Enseña a  constituirse en un «practicante filósofo» del siglo XXI, dedicado a acumular sabiduría en el SER, y no a TENER en su cerebro océanos de información o miríadas de especulaciones filosóficas.

 

Fui bastante influenciado por las palabras del astrofísico británico Sir Arthur Eddington (1882-1944), cuando dice: «Al comparar la certidumbre de las cosas espirituales y las temporales no hay que olvidar que la mente es el objeto primero y más directo de nuestra experiencia; todo lo demás es inferencia remota».

En su importante obra The Philosophy of Physical Science, manifiesta: «El único objeto que se me presenta para su estudio es el contenido de mi conciencia».

Recuerdo que al leer esto no pude contener mi alegría, ya que se sumaba a mis propias inquietudes: ¿Qué ocurría, en este caso, si el estado de conciencia de una persona correspondía a un bajo nivel de vigilia y a una condición de fragmentación y desorden?

¿Cómo podría esta persona, entonces, estudiar de manera acertada u observar la realidad en forma fidedigna? ¿De qué manera evitar construir en la mente una realidad filtrada a través de los diversos trastornos funcionales de la conciencia, tales como el estado de vigilia carencial, la proyección y la acción de los mecanismos de defensa del yo?

Para mí, la respuesta era clara. No era posible hacerlo y el sujeto viviría para siempre dentro de «un mapa» del mundo, y de sí mismo, disociado de su propia esencia intrínseca, alienado por información externa colonizadora de su mente, poseído por deseos y metas ajenas, tomadas erróneamente como propias. Convertido, en suma, en un ser virtual que lleva una existencia controlada por la programación cerebral efectuada desde el mundo externo.

 

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